Me giré rápidamente y vi que Nina no se había girado ni un segundo
hacia la orquesta. Por primera vez, me alegré de que se diera esos aires de
superioridad frente a los sirvientes del palacio. Me vinieron bien en aquel
momento. Pero eso no significaba que no estuviera preocupada. ¡¿Qué diablos
hacía Alexander allí?! Eso era lo que mi mente estaba gritando. ¿Qué cojones
hacía él aquí? ¡No tenía sentido!
Y sí, era él, definitivamente. Su
sonrisa, sus ojos y su expresión arrogante, con un pequeño matiz de
preocupación que advertí en cuanto dejó de tocar. Eso sí, le recordaba con
menos vello facial…
-Shala, tráenos otra botella, por
favor-dijo Hegala, dirigiéndose a la mujer con el cabello dorado que estaba de
pie en una esquina, la que nos había traído la primera botella.
-Es increíble lo pronto que se
acaban las botellas de Kúlaj,
deberías decirles a tus ángeles que preparen tamaño grande… -murmuró Iluna.
-¿No crees que deberíamos dejar
de beber y empezar a hablar de cosas importantes?- replicó Beid.
‘No, por favor, sigamos
bebiendo’, pensé yo.
-Os escuchamos-dijo Drew.
Miré de reojo a Alexander, quien
había empezado a tocar una nueva melodía con su extraño violín. Nina seguía sin
darse cuenta de que él estaba aquí. Y menos mal… Alexander no dejaba de mirar
en mi dirección, y parecía estar tratando de decirme algo con la mirada, algo
que yo no entendía.
-¿Cuál es la verdad que menciona
la profecía?- insistió la superiora de mi secta.
-Veréis, hay dos grandes verdades
que ni el mundo ni vuestra secta conoce. Verdades que nosotras sabemos, y no
podemos desvelar. Nosotras gobernamos el mundo, no intervenimos en los
problemas de los humanos, no podemos preferir a una persona por encima de otra,
ni a una secta por encima de otra. Por lo menos, hoy no. Así que os hemos
citado para daros a conocer la profecía. Queremos que sepáis que esta profecía
existe, que sepáis que el mundo está ciego ante dos verdades, quizá tres. Y
también queremos que sepáis que escarlata conoce dos de esas tres verdades, la
dos más importantes para el futuro de la secta, y no va a desvelar ninguna, por
su propio bien- nos anunció Beid.
-Como debe ser, es la diosa
Escarlata, el egoísmo es una de sus virtudes, ¿o no Scarlet?- me dijo Iluna,
con un tono arrogante como el de Alexander.
Yo asimilé lo que acababa de
decir Beid. Acababa de salvarme la vida, básicamente. Sabían que yo no era
Escarlata, y no se lo iban a contar a Drew. Sabían que la Décima Secta existía,
y tampoco lo iban a desvelar. Aquello era alucinante, no iba a morir. Pero
tenía que moderar mi entusiasmo, ya que ahora la Secta Sangrienta sabía que yo
sabía lo que ni ellos ni el mundo sabían. Menudo lío…
Pero mi mente ya estaba
trabajando de nuevo, ¿cuál era aquella tercera verdad de la que hablaban?
¿Quizá la identidad de la superiora de la Décima Secta? No, aquello ya lo
sabía, a menos que Alexander me hubiera mentido… En fin, iba a tener tiempo
para pensar, porque mi farsa seguía adelante.
-Pero entonces, ¿Escarlata no va
a ayudar a la secta? –preguntó Nina.
-Ayudando a la secta desvelándoos
lo que sabe, se perjudicaría ella misma, y es demasiado egoísta, no va a
esperar otro milenio para renacer con todo su poder, ¿verdad Scarlet?- me
preguntó Hegala.
Y yo que creía que esta era la buena… Hacía
las mismas preguntas impertinentes que la reina mala… Parecía que la pregunta
‘¿verdad Scarlet?’ era su preferida, me forzaban a hablar cada vez que ellas
hablaban. Y me estaba empezando a poner nerviosa. Seguro que a Drew no le ha
hecho ninguna gracia que no vaya a colaborar con ella…
-Puede que diga algo más
adelante, si la situación me beneficia- contesté con toda la frialdad que pude.
-Después de todo, nunca se deben enseñar todas las armas en la primera guerra.
-Si al final me vas a caer bien…-
comentó Iluna.
Drew empezó a formular preguntas
de repente, y yo tenía algo más importante que hacer que escucharla. Como mirar
a Alexander e intentar averiguar qué hacía allí y qué estaba intentando
decirme.
La música seguía sonando pero él
no estaba tocando en esta parte. Siempre intentando disimular, miré en su
dirección, solamente con los ojos, sin girar la cabeza en ningún momento.
Esta vez, él fingía estar
afinando su violín, ninguno de los dos queríamos arriesgarnos a ser
descubiertos, lo que a mí me faltaba para completar la colección de asumir
riesgos extremadamente peligrosos que provocan una muerte segura… Alexander
levantó la mirada hacia mí y me hizo un gesto con la mano, señalando a la puerta
por la yo había entrado. Después, se señaló los labios y dijo algo. Yo le miré
esperando que lo repitiera, esta vez preparada para leerle los labios. Esa vez
lo entendí y miré a Nina, que estaba concentrada en las preguntas de su madre,
para comprobar que seguía sin enterarse de que Alexander estaba allí.
Cuando volví a mirar a Alexander,
este ya no estaba junto a la orquesta, sino que se había acercado a Hegala y le
tendía un sobre. Me miró, y me guiñó un ojo. Yo supe que era su forma de asumir
más riesgos que yo e intentar que alguna autoridad mundial le matase antes que
a mí… es que a veces era más estúpido…
-Beid, acabo de recibir una nota
del consejo, ya sabes tú cual-dijo Hegala.
-Querida, aquí todos, menos las dos
humanas de la sangrienta, sabemos cual…-murmuró Iluna. Parecía que murmurar
frases era su deporte favorito.
Hegala puso los ojos en blanco,
suspiró y volvió a hablar.
-Piden audiencia con la diosa
ahora mismo, y puesto que hemos terminado con ella, he pensado que podíamos
dejarla marchar. Después de todo, es una diosa, no está al mismo nivel que las
dos humanas. Tiene libertad para excusarse, ¿no?
Beid me miró fijamente y dijo:
-Claro, puede excusarse cuando
quiera a partir de este momento. Quien sea que te haya entregado la carta puede
acompañarla a la salida. Pero aún hay temas que me gustaría comentar con Drew y
Nina, ellas no pueden irse hasta que yo así lo ordene. Escarlata, un placer, de
nuevo. Creo que ya sabes dónde has sido citada y por qué. Así que no te
demores.
-Así lo he de hacer, Beid. Mis
soberanas, ha sido un placer, siempre lo será- y sin decir nada a Nina o a
Drew, me dirigí a la salida. Pero antes de comenzar a andar, vi como Nina se
giraba hacia la puerta y entornaba los ojos, extrañada. Esa fue la razón por la
que empecé a andar muy rápido, sabía a quién estaba mirando, y sabía que lo iba
a reconocer.
No quería otro riesgo en nuestras
listas.