miércoles, 4 de julio de 2012

Capítulo 9


Cuando abrí los ojos aquella mañana de sábado me pegué el mayor susto de mi vida. ¡Había una cara pegada a la mía! Salté de la cama y Molly empezó a reírse como una loca. Cuando paró me dijo:
-¿Sabes que me han salido una alas chulísimas? Aún son pequeñas pero mamá me ha dicho que dentro de poco serán demasiado grandes para esconderlas. ¿Te las enseño? No sé por qué tengo que esconderlas, ¡si son geniales!
-A ver, enséñamelas- dije un poco abrumada por su clara ignorancia.
            Se dio la vuelta y se levantó la camiseta de su pijama de Hello Kitty. De su espalda crecían dos pequeñas alas de colores tostados con unas plumas enormes. Mi madre tenía razón dentro de poco serían demasiado grandes.
-¡Ostras Molly! ¡Qué chulas! ¡Yo también quiero unas!
-Pues no, son mías, tú no puedes tener- dijo. Y salió corriendo de mi habitación.
            En cuanto salió, mi móvil comenzó a sonar. Miré el número. Alexander. Cogí.
-¿Te despierto preciosa?- dijo su voz al otro lado del móvil.
-No, pero en cuanto te vea te voy a romper tus preciosos dientes- mascullé. Él se rió.
-He hablado con los protectores. Acceden, por supuesto.
            Claro, ¡los protectores! Me maldije por no haber tenido la idea. La Secta Protectora era, según mi punto de vista, la que menos merecía el nombre de secta. Era más bien una organización que se encargaba de proteger a todo tipo de seres que lo necesitaran. Los que más recurrían a su ayuda eran los Galys, para protegerse de los Huntex. Y, por supuesto, Alexander había acudido a ellos.
 La Secta Protectora estuvo protegiéndome. Cuando se enteraron de que los sangrientos buscaban a Scarlet Waltsen, se pusieron rápidamente manos a la obra. Me encontraron antes, pero a pesar de ser una secta eficaz, no pudieron superar a los sangrientos. Ellos eran mucho más poderosos y mataron a mis protectores antes de hacerme conocedora de todo.
-Gracias Alexander, muchísimas gracias.
-He quedado con ellos a las doce, ¿vienes?
-Claro. ¿Me pasas a buscar?
-Por supuesto, aunque podría coger tú coche. Me lo debes.
-Adiós Alexander.-Y colgué.
            En cuanto colgué vi que tenía tres llamadas perdidas de un número desconocido. Pero no era tan desconocido para mí. Esperé un minuto y volvieron a llamar. Cogí, pero con un odio terrible.
-Buenos días, mi señora Escarlata. ¿Ha tenido usted unos sangrientos sueños?
            Obviamente, me llamaban de la Secta Sangrienta. Cualquiera sabe que querrían ahora… Siempre me llamaba mi ‘secretaria’, como la llamaba yo. Ellos la llamaban esclava. Era una chica guapa pero daba mucho miedo. Tenía una belleza… cruel, y tan solo 15 años. Sus ojos eran negros como pozos sin fondo y su melena rubio platino le llegaba hasta las caderas. Siempre llevaba los ojos maquillados de negro, lo que hacía más oscuros sus ojos. Pero lo que más miedo daba eran sus colmillos. Eran tan largos y afilados como los de un vampiro. Por supuesto, no era una vampiresa, pero no creáis que no me lo pregunté unas cuantas veces.
            Y ahora empezaba la función. Menos mal que yo era una buena actriz.
-Claro que si, Rea. Te dije la primera vez que me llamaste que no me lo volvieras a preguntar. Voy a tener que hacer que tengas tú una realidad más sangrienta de lo que te gustaría.
-Está bien, mi señora Escarlata.
-Y no me llames así. Debes llamarme por lo que soy, tu diosa.
-Como desee, mi diosa Escarlata.
-¿Para qué llamas, Rea?
-He recibido órdenes directas de nuestra superiora, Drew, para que se presente de inmediato en nuestra sede.
-A ver, Rea, es tú superiora, no la mía. Yo soy vuestra diosa y  no puede darle órdenes a una diosa.
-Lo siento mi señora Escarlata.
-De verdad, Rea, eres imposible. Pero tranquila, dile a esa tal Drew que iré.
-Muchas gracias, mi diosa Escarlata.
-No me las des. Adiós Rea.- Y colgué.
            Cuando la superiora decía de inmediato, era de inmediato para todo el mundo menos para mí. Y eso era una ventaja. Pero no quería retrasarme, seguramente sería algo importante. Entonces me acordé de Alexander. Mierda, no llegaría a tiempo a nuestra cita con los protectores, así que le llamé, le expliqué lo que pasaba, y me dijo que iría él solo.
            Siempre que visitaba la sede de la secta me vestía con un look a lo diosa sanguinaria vengativa. Y, a decir verdad, me gustaba mucho ese estilo. Me puse un corsé rojo escarlata y una falda muy, muy larga negra con algo de vuelo. Y, por supuesto, unos tacones negros altísimos, casi imposibles para caminar. Casi. Me hice un recogido que aprendí a hacer en internet que se llamaba ‘peinado diosa griega’. Por último, me puse la tiara de rubís que me regalaron los sangrientos. No quise ni imaginarme el precio.
            Cuando bajé no había nadie en mi casa. Supuse que mi madre se había llevado a mi hermana a la sede Byrel. Tenía el estómago cerrado así que salí directamente.  En la puerta había un coche esperándome. Un Rolls Royce precioso. Pero sangriento. Rea estaba fuera del coche con una tenebrosa y cruel sonrisa. Me hizo una reverencia que yo ignoré y con la cabeza bien alta entré en el coche cuando Rea me abrió la puerta. Ella se sentó a mi lado, pero solo porque yo le dejaba. En teoría tendría que sentarse al lado del conductor y ninguno de los dos debería mirarme. Eso a mí me aburría.
-Está guapísima hoy mi diosa Escarlata- dijo Rea nada más montarse.
-Lo sé. Tú también Rea- comenté. Y era verdad.
            Se había recogido el largo pelo rubio platino en una larga trenza que sujetaba con una goma negra con una calavera roja. Llevaba un vestido rojo oscuro ceñido por arriba y con bastante vuelo por abajo. Además de bonito era corto. También se había puesto unas sandalias doradas planas. Por supuesto, sus ojos estaban maquillados de negro y sus labios solo  con brillo transparente.
-Muchas gracias mi diosa.
            Lo que peor llevaba era que me llamaran ‘diosa’ o ‘mi diosa’ era algo que no aguantaba.
-Oye Rea, quiero que desde ahora me llames sólo Escarlata, ¿de acuerdo?
-Como deseéis Escarlata.
-Como desees Escarlata- le corregí. Esa chica me caía bien, iba a tener un poco de consideración con ella.
-Como desees Escarlata- dijo mientras esbozaba una sonrisa.
-¿Sabes Rea? En cuanto lleguemos a la sede no serás nunca jamás una esclava. A partir de ahora serás mi asistenta, ¿vale?
-Oh, ¿en serio? ¿Podré quitarme este horrible collar?- preguntó emocionada. No dejaba de ser una chica de quince años. Además, la desgastada tira de cuero que llevaba al cuello como símbolo de su esclavitud era espantosa.
-Por supuesto, y haré que te regalen otro mucho más bonito. Estoy harta de verte con esa horrible cosa en el cuello. Pero tendrás que trabajar mucho más, querida.
-¡Me da igual! ¡Acepto! ¡Gracias Escarlata!
-No es una petición, Rea. Te lo estoy comunicando- le dije con el tono de voz de la diosa.
-Por supuesto Escarlata- dijo. Y ninguna de las dos volvió a hablar hasta que llegamos a la sede.
            La sede de la Secta Sangrienta era aquel palacio que se veía desde el restaurante Cielo, el restaurante donde había comido con Alexander. El coche paró y Rea se bajo a abrirme la puerta. Bajé del coche y entramos al palacio. Una vez dentro, dos hombres vestidos de negro anunciaron nuestra llegada. Yo exigí ver a la superiora enseguida, que no se me hiciera esperar. Y los pobres guardias tuvieron que obedecerme. La alternativa era sufrir el castigo de su diosa.
            Aguardé de pie ante la escalinata central a que Drew bajara. Era una mujer joven para ostentar su cargo. Tendría unos 47 años pero mucha clase y elegancia. Según tengo entendido, su madre, y anterior superiora murió asesinada, y por eso ella se vio obligada a subir al cargo mucho antes de lo previsto. Obviamente los asesinos de su madre no seguían vivos.
            Esto de los superiores no era muy complicado. El primer punto era que el cargo se heredaba, era como la realeza. Lo segundo era que el sexo del superior dependía del sexo de aquello a lo que se dedicara la secta o aquello a lo que adorasen. La diosa Escarlata era una mujer, por tanto la Secta Sangrienta tenía una superiora. También me habían explicado que en cada sede de cada secta había un regente y el superior o superiora vivía en la sede central. Por supuesto, la superiora de esta secta no vivía aquí, pero dado que yo sí lo hacía, se había mudado aquí con todo su séquito.
            Cuando Drew bajó por la escalera, los guardias la anunciaron y yo tuve que hacer el mismo esfuerzo de siempre para no parecer impresionada. Llevaba unos zapatos de tacón más altos que los míos y una túnica de seda negra ceñida con un cinturón trenzado de color oro a la cintura. En el brazo lucía el tatuaje con el símbolo de la secta, la silueta de una mujer de espaldas empuñando una espada en alto con una luna roja detrás. Se había puesto el collar con el rubí que todas las superioras heredaban.
-Mi diosa- saludó haciendo una reverencia.
-Superiora- contesté yo con una leve inclinación de cabeza.
            Los guardias anunciaron a alguien que entró en la sala mientras nos saludábamos.
-Mi diosa, me gustaría presentarte a alguien- dijo Drew señalando la escalinata por la que bajaba una joven.- Mi hija, Nina Von Tyre.

Bonjour!


Hola a todos! 
Mañana me voy de campamento y hasta el día 13 no podré subir más capítulos. Por eso, hoy me he puesto las pilas y voy a colgar el 9 en cuanto termine de escribir esta entrada. En el capítulo nueve.........(redoble de tambores)........SE DESCUBRE QUIÉN ES LA PELOZORRA!!! BIEEEEN!!! (Beid, tú aún vas a tardar en salir querida...) 
Cuando hayáis terminado de leer mis capítulos y nadie en el mundo bloggero haya actualizado, me gustaría que os pasarais por el blog de una amiga, Dani, que escribe maravillosamente bien. En su blog podréis leer la historia de los décimos juegos del hambre, la cual terminó hace poco, y también disfrutar del comienzo de su nueva historia, Exponentia. A mi me cautivó desde el primer capítulo.
Bueno, dicho esto solo me queda esperar que os guste el capítulo y que no sufráis mucho esta semana sin Queen A, mis princesitas.
Besos:)

Capítulo 8


Después de pegar a Alexander busqué su coche. Pero no para hacerle un arañazo o algo parecido, yo soy mucho más lista. El muy idiota se había dejado la cazadora dentro del local y dentro de la cazadora estaban las llaves. Así que, en cuanto encontré las llaves, fui a buscar su coche. La verdad, tenía un coche precioso. Y ahora era totalmente mío. Sonreí con satisfacción antes de montarme y con superioridad cuando arranqué y puse rumbo a mi casa.
            Llegué a casa sobre las doce de la noche y cuando entré mi madre no se había acostado aún. Me esperaba para más tarde.
-¡Scarlet, cariño! ¿Cómo es que estás aquí tan pronto?- preguntó al verme.- ¡Qué guapa estás!
-Gracias mamá. Es que el concierto se volvió aburrido y tuve que volver porque me encontraba un poco mal-. Últimamente mentía mucho, y esa mentira no era de las más graves…
-¿Cómo has vuelto? ¿Te  ha traído Abigail?
-No, he venido en el coche de un amigo.  A él le iban a llevar y no necesitaba el coche. Además, no quería molestar a Abi.
-Vale hija. Bueno, verás Scarlet… tenemos que hablar-. ¿Hablar? ¿Mi madre preocupada y queriendo hablar? Vale, allí pasaba algo.
-¿Qué pasa mamá? ¿Han vuelto a decirte algo los asquerosos sangrientos esos?- pregunté temiéndome lo peor.
-No cariño, esto es… peor.
-¿Qué pasa mamá? ¡Dímelo ya!
-Verás… Tu hermana es una Galy.
-¿Qué? ¿Y eso que tiene de malo? ¡Molly es una Galy! ¿Qué animal es?- pregunté entusiasmada. Espera Scarlet… aún no ha terminado.- ¿Hay algo más verdad?
-Si hija, si. Que tu hermana sea una Galy no es nada malo. Tiene unas alas de águila preciosas y con la personalidad tan aguda e inteligente que tiene lo veía venir. Hasta hice un hechizo para verlo. Pero eso no es todo. Tu padre es un Huntex.
            No. NonononononoNOOO!!!! Mi padre no, por favor. Cualquiera menos él. ¡Mi padre no puede ser un Huntex!
-¿Qué estás diciendo mamá? No puede ser verdad. Él no le hará daño a Molly, ¿verdad? No lo hará… No será capaz… No…- se me caía todo encima. Eso era demasiado para mí. Puedo soportar conocer todo esto de las sectas, puedo soportar ser una maldita diosa, puedo soportar que me hablen niñatas insolentes con el pelo rojo e incluso puedo soportar que Alexander haga lo que le dé la gana con otras. Pero no puedo soportar que mi padre pertenezca a la secta que mata seres como mi hermana. Su hija. Mi hermana. ¡Su maldita hija!
-No sé qué hacer Scarlet, no sé qué hacer…-empezó a llorar mi madre. Joder, mi madre llorando. Una de las Byrels con más poder de la Tierra llorando. Tenía que hacer algo.
-Tranquila mamá yo me ocupo de todo- acababa de recuperar la sangre fría y en mi cabeza todo empezaba a funcionar como de costumbre buscando una solución a aquel problema.
            Subí a mi cuarto dejando allí a mi madre. Me quité el vestido y me quedé en ropa interior. Si quería pensar algo útil tenía que alejarme de la fuente de emociones. Me tumbé en la cama y comencé a pensar. Media hora después mi cabeza ya tenía la solución. Me incorporé rápidamente y cogí el móvil de mi cazadora. Me disponía a hacer una llamada cuando dios vino a verme.
            Bueno, dios no. Alexander, que era precisamente con quién quería hablar. El muy guapo estaba sentado en la barandilla de mi balcón con una de sus sonrisas. Iba a dejarle pasar cuando recordé que le había pegado, estaba muy cabreada con él y me había llevado su coche. Y que estaba medio desnuda.
            Cerré las cortinas rápidamente y me puse lo primero que agarré del armario. Un camisón negro de encaje. Vale, estupendo, precisamente eso. Dejé pasar a Alexander, que sonreía mirándome de arriba abajo. No me ponía nerviosa, es más, hasta me gustaba…
-¿A qué has venido?- pregunté mirándole.
-Obviamente a verte en ropa interior y a quitártela. ¿A qué voy a venir?- me contestó sin dejar de mirarme ni de sonreír.- Aunque si te quieres quedar con el camisón, por mi está bien.
-Haz el favor de callarte- bufé a la vez que le lanzaba las llaves de su coche.
-De nada. Me debes una disculpa.
-No te debo nada, cariño- le contesté irritada
En realidad sí que debería disculparme si quería que me ayudase.
-Bueno, vale, perdón- dije refunfuñando.- Necesito tu ayuda- solté de repente.
-Ah, ¿así que ahora necesitas que te ayude, no? Haberlo pensado antes de pegarme y llevarte mi coche- dijo. Se dio la vuelta, decidido a irse.
-Por favor, Aleander. No te lo pediría si no fuera importante. Además, no te lo pido a ti, se lo pido a la Décima Secta.
            Él se quedó pensándolo. Dio una vuelta por mi habitación toquiteando cosas. Una vuelta, y otra, otra y se tumbó en mi cama. Se levantó y se sentó en mi escritorio. Le fulminé con la mirada muchas veces pero seguía a lo suyo. Se acercó a mí y me quitó el tirante del camisón, que se deslizó por mi hombro hasta caer. Después me levantó la barbilla para que le mirara y dijo:
-De acuerdo. Pero, ¿qué gano yo a cambio?
-Nada.
-Me sirve- contestó.- Bien, ¿qué necesitas guapa?
-Mi hermana es una Galy. Un águila para ser exactos.
-Ajá… Como Xylianna… Una chica interesante la pantera… Pero no veo que tiene de malo que sea una Galy… Bueno, van a intentar matarla pero a ti también te quieren matar muchas personas.
-Mi padre es un Huntex.
-Joder S, eso sí que es un problema. Por favor, dime que no tiene un pico de pájaro…
-No, tiene unas alas.
-Será jodida… ¿No podía tener uñas afiladas u ojos amarillos?
-Por favor Alexander, no sé si mi padre la matará pero no quiero arriesgarme. ¡Es un maldito Huntex! Tienes que ayudarme a que no lo descubra.
-Tranquila, sé lo que hay que hacer. Verás, tenemos infiltrados en todas y cada una de las sectas. Menos en la Sangrienta, se nos resisten las pruebas de admisión… El caso es que tu padre trabaja fuera. No me preguntes por qué lo sé… Haremos que surja un imprevisto y que este fin de semana no pueda venir. Ya veremos mañana lo que hacemos con las alas de tu hermana.  ¿En serio, alas?
-Sí, alas- contesté aliviada.- Muchas gracias Alexander, muchísimas gracias.
-Todo sea por ti, guapa- y se acercó a mi boca.
            Cuando me besó, no fue como otras veces. Este beso era mucho más… cortés. Normalmente sus besos eran tan intensos que te hacían sentir salvaje. Pero este era… raro. Como si le faltara algo. Me separé de él.
-¿Te pasa algo, Alexander?
            Gruñó algo y me volvió a besar, esta vez con la misma intensidad que otras veces. Sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo, cubierto únicamente con el fino camisón de encaje negro. Yo le quité la camiseta y la verdad es que estaba bueno el chaval. Y en ese momento era mío. Me aupó y me sentó en el escritorio. Me clavé la punta de un bolígrafo al apoyar la mano para equilibrarme. Estaba demasiado ocupada con la boca de Alexander como para darme cuenta del dolor. Reparé en algo.
-Nos hemos conocido hoy Alexander y ya estamos así- le dije mirándole a los ojos en un respiro que el beso nos dio.
-Lo sé- y me volvió a besar. Para entonces yo ya había recobrado la cordura y le separé suavemente de mí.
-¿Haces esto con todas verdad?- le pregunté sonriendo.
            Él se rió y me contestó.
-Con la mayoría.
-Estupendo- dije. Le di un beso suave en los labios y me bajé del escritorio.-Me gusta que seas tan sincero- le sonreí.
-A mi me gustas tú- comentó mientras buscaba su camiseta. La encontró en la otra esquina de la habitación. La tiré con bastante fuerza…
-Venga vete…- dije mientras le empujaba hacia la ventana.
-Te veo mañana- dijo. Me besó y salió al balcón. Empezaba a bajar por el árbol cuando me acordé de algo.
-¡Alexander!- grité mientras salía al balcón y me asomaba por la barandilla.
-¿Sí, Scarlet?- contestó alzando la vista.
-¿Quién era esa tal Nina?
            Saltó al suelo y antes de meterse al coche me contestó sonriendo:
-Lo vas a averiguar muy pronto.
            

lunes, 2 de julio de 2012

Capítulo 7


-¿Qué cojones estás haciendo?-grité nada más entrar en el cuarto.
            Me paré a observar la escena y vi a Abi sentada en el centro de la habitación haciendo volar una camiseta blanca básica mientras le lanzaba un chorro de luz fucsia. Cindy estaba sentada en la cama con la boca abierta y Melody contemplaba la escena de pie al lado de la ventana sin ningún asombro aparente.
-Abigailizo la ropa que me voy a poner-me respondió tan tranquila.
            En la cama Cindy seguía flipando e intentaba decir algo. ¡Maldita Abigail! ¡Cindy era una ignorante hasta ahora! ¡Tendría que haber seguido así! Melody ya lo sabe todo, sus padres se lo contaron todo hace mucho tiempo y es de las pocas personas que conoce las sectas y no pertenece a ninguna. O eso nos decía.
-¿Qué narices es eso?-consiguió decir Cindy. Abi seguía Abigailizando la camiseta.
-Vale, Cindy, bienvenida al mundo de las sectas- contesté mientras miraba con odio a Abi.- ¡Por lo que más quieras Abigail, para ya!
-Vale, vale. Te relajas Reina S- me  soltó tan airada como siempre.
            Bajó los brazos y la luz rosa se apagó al instante. La camiseta cayó al suelo, ya completamente Abigailizada. Había pasado de ser una simple camiseta de tirantes blanca a ser completamente fucsia con pinchos de metal rosa por la parte delantera. Ahora también era más larga por atrás que por adelante y era transparentemente rosa por atrás. Muy Abigail.
-¿A qué te refieres? ¿Sectas? ¿Por qué Abi emitía luz rosa por las manos? Y, ¿por qué vosotras no estáis flipadas? ¿Y por qué mi camiseta es ahora tan hortera?- escupió Cindy precipitadamente.
-¡Oye! ¡No te metas con mi camiseta!-gritó Abigail. Después, la muy zorra, se rió.
-Vale Cindy, esto va para largo…-dije yo cansada.
            Tardamos unas dos horas en explicarle todo y que lo entendiera. A la media hora de explicar subió Xylianna y aprovechamos para explicarle más cosas. Cuando llevábamos ya una hora, X fue a por zumos a la nevera, y volvió con chocolate. La última hora fue la hora de las preguntas de Cindy. Al final, después de unos cuantos trucos de Abi y Xylianna, se lo creyó y empezamos a prepararnos para salir.
            Abi se puso su camiseta recién Abigailizada y unos pantalones cortos de cuero rosas que le prestó X. Melody y Cindy rebuscaron en el armario de esta última y al final Melody se puso un vestido negro y medias de rejilla con tacones rojos y Cindy un vestido camisero blanco con un cinturón de cuero negro y se puso un chaleco de lentejuelas. Yo removí cielo y tierra hasta encontrar  lo que había dejado en el armario de Cindy para ocasiones como esta. Un vestido largo negro muy suelto abierto por un lateral por el que se podía ver la pierna. Era transparente con la espalda descubierta y tenía un cinturón rosa palo. Mis botines rosas del mismo color que el cinturón y una cazadora de cuero negra con tachuelas plateadas. Le pedí a Abi que le diera un retoque a mis botines y el tacón se volvió negro. Estábamos fabulosas.
Llegamos a la sala dónde iba a tener lugar el concierto sobre las nueve. Había otra cola interminable, pero al igual que en Paolo’s, éramos Vip y no tuvimos ningún problema en ponernos las primeras de la cola para dar nuestros nombres y que nos dejaran pasar. Cuando entramos al local, el grupo ya estaba en el escenario afinando instrumentos. Decidí ir a dar una vuelta con X para ver con quién nos encontrábamos. Cindy y Melody fueron a la barra y Abi a enseñarle su camiseta a Diana.
Nos cansamos de andar sin rumbo y nos sentamos en una mesa con sillones rojos. El camarero vino y X pidió una cerveza. Yo una Coca-Cola, cómo no. Empecé a contarle todo lo que había pasado con Alexander mientras ella me sonreía entre trago y trago. Cuando terminé de contarle todas las novedades ella se quedó seria, esbozó una sonrisa y empezó a gritar:
-¡Te gusta, te gusta, te gusta, te gusta, te gusta!-como si fuese un niña pequeña. Alucinante. X seguía gritando cuando alguien de entre la multitud habló.
-¿Quién te gusta?-preguntó alguien.
            Me giré y, cómo no, me encontré con la cara de Alexander a cinco centímetros de la mía. Xylianna se dio cuenta enseguida de lo que pasaba y dijo:
-Uuuuy, tú debes de ser Alexander. X, encantada de conocerte-y le tendió la mano elegantemente para que se la besara. Y claro, él, todo lo cortés que es, se la besó.
-En efecto, soy Alexander. Y obviamente, tu eres X, la Galy pantera ¿verdad?
            Advertí sorpresa en los ojos de Xylianna, pero enseguida se recuperó y volvió a sonreir.
-En efecto, la pantera, Alexander de la Décima Secta-. Vale, ahora la sorprendida era yo.
            Pero no solo yo, Alexander estaba con la boca abierta mirando a X de hito en hito sin poder creer lo que acababa de oír.
-Tú, que te las das de listo, deberías saber que algunas Galys leemos la mente.
-Vale, ahora ya sé por qué eres amiga de Scarlet-comentó riéndose.
-Bueno, bueno… ya os conocéis así que… si no os importa…-dije yo incómoda.
-¡Calla! Ya me voy Scarlet…- dijo X riéndose. Se levantó y se fue moviendo su culo de pantera al escenario.
-Bueno cariño, ya estamos solos- dijo Alexander con una picardía no muy sutil.
-Hombre, estamos en una sala de concierto. Solos, lo que se dice solos, no estamos-dije yo para joderle por haberme llamado cariño.
-Calla-y me besó. Por todas las sectas, ya podía hacer esto más a menudo…
            Cuando se separó de mí tenía brillo de labios en la boca. A mí no me quedaba ni un poco. Empecé a reírme y él me miró con cara extrañada.
-¡Tienes brillo de labios en la boca!- exclamé sin poder parar de reírme.
-Vete a la mierda Scarlet.
-Ven, que te lo quito- y le besé. Uffff otra vez esa sensación de felicidad…
            Mientras estaba yo tan feliz en pleno beso alguien me tocó el hombro. Eso que se hace para llamar la atención de una persona. Le ignoré, tenía la boca de Alexander junto a la mía, ¿cómo no iba a ignorarle? Pero al décimo toque me giré enfadada y grité:
-¿Qué narices quieres?-grité exasperada.
            Ante mí se encontraba una chica joven, de mi edad más o menos y bastante guapa. Era casi tan alta como yo. Tenía los ojos marrones, oscuros y muy profundos. Su pelo era rizado y rojo burdeos y le llegaba por debajo de los hombros. Sus labios, que en ese momento sonreían, estaban pintados del mismo rojo oscuro que su pelo. Vestía un corsé rojo con encaje negro y unos pantalones de cuero negros. También llevaba unos zapatos rojos de tacón con pinchos que de haber sido rosas le habrían encantado a Abigail.
            No me contestaba, parecía que estaba esperando algo.
-Eoooo, ¿quieres algo?- le dije molesta.
-Me tienes que hacer una reverencia- contestó ella.
            ¡¿QUÉ?! ¿Acaso hay una cámara oculta por aquí?
-¿Perdona? ¿Quién narices eres tú niñata?-le contesté enfadada.
-Emmm… Scarlet- oí a Alexander detrás de mí.
-¿Qué quieres tú ahora? ¿No ves que esta cría me está molestando?-le grité ya furiosa.
-Creo que deberías de tenerme un poco más de respeto. Y dejar de besarte con Alex. Es mío por si no lo sabías.
            Esto ya era demasiado, vamos a ver… ¿PERO QUIÉN COJONES ERA ESA CHICA? Así que me levanté todo lo alta que yo era y le dije:
-Mira niña, no sé quién eres ni me importa pero hazme el favor de mover tu culo fuera de mi vista. ¿Y qué es eso de que Alexander es tuyo? Muérete niñata.
-¡A mí no me hables así, estúpida! ¡Soy Nina Von Tyre y exijo un respeto! ¡Vete ahora mismo de este sitio! Y hazme la maldita reverencia-joder, echaba fuego por los ojos. Daba miedo esa tía. Pero no a mí. Y le pegué una bofetada.
-No sabes a quién acabas de pegar maldita ignorante. Voy a arruinarte la vida- me dijo con asco. Se giró, todo lo digna que se creía, y se fue moviendo el culo fuera de mi vista.
-Bueno, todo solucionado- le dije a Alexander. O eso creía yo porque el muy cobarde se había ido. ¡Maldito estúpido, joder!- pensé. Y después de aquel altercado con esa tal Nina Von Tyre, creo que se llamaba, empezó el concierto.
            Aquella noche la voz de Diana hacía daño a mis oídos y aquello no era normal. Los acordes de la guitarra de Daniel me parecían irregulares y sucios. La batería de Lucas sonaba cada vez menos acompasada y el bajo de Will me daba dolor de cabeza. Estaban tocando Broken Mirror, la canción que más me gustaba, y aquella noche me sonó como los gritos del infierno.
Estaba tan mareada que me salí fuera a tomar el aire. Cuando me relajé y pude pensar con claridad y respirar con normalidad me dispuse a entrar. Pero a punto de pasar dentro oí a dos personas hablar. Y claro, por mucha diosa Escarlata que yo fuera seguía siendo una cotilla. Pero en ese momento no hubiera cotilleado si no hubiera oído mi nombre. Bueno, no mi nombre exactamente pero si ‘diosa Escarlata’.
Las voces venían de un callejón al lado de la puerta. En cuanto me asomé vi a Alexander. Cómo no… Si el cabrón de él estaba en todas partes. Me imaginaba con quién estaba hablando. Le pedí a Alexander que ayudara a Cindy a entender mejor todo y el momento más discreto para hablar era ese. Me giré para volver a entrar pero capté un destello rojo. Y ese rojo no era rojo-pelo Cindy. Ese rojo era rojo- pelozorra.
Entré enfurecida al callejón y, efectivamente, la zorra de Nina y su pelo color rojozorra estaban apoyados en la pared. ‘Su’ Alexander hablaba con ella a unos pocos centímetros de su cuerpo. Estupendo, lo que me faltaba. Antes de que Alexander pudiera decir ‘Puedo explicarlo’ y mucho antes de que la pelozorra pudiera mirarme con superioridad me reí. Me reí en sus caras como nunca me había reído. Mientras reía, que era la maniobra de distracción, me acerqué a ellos y pegué otra bofetada.
Pero ésta a Alexander. Y sin parar de reír me alejé moviendo el culo fuera de su vista.
            

domingo, 1 de julio de 2012

ATENCIÓN!

Lo siento, he tenido un contratiempo en el viaje volviendo de mis vacaciones y el capítulo lo colgare mañana en vez de hoy. Lo siento:(!